lunes, 4 de febrero de 2013

Carta a Emilianito

Tres años ya. Tres años y nueve meses.

Escrita el Lunes 8 de octubre de 2012

Hijo de mi vida:

 Es necesario que sepas algo. No, no escribiré la receta de los chiles en nogada o la dirección de la nueva casa de la abuela. Escribiré acerca tuyo. De nosotros. Hay una verdad que debe ser dicha querido amor. Muchas de las mamis que conoces canturreaban plácidas a sus enormes panzas, seguras de ser dueñas y señoras de su contenido. Se sabían causa y efecto de esos piecitos que a veces se encajaban en sus costillas… bueno tú también encajabas tus piecitos en mis costillas, pero yo era diferente… yo no soy la causa ni el efecto de tu existencia, yo no te amasé con mis manos, ni te di el aliento. Fui sólo un continente, una vasija que te albergó y te dio la sangre y la carne, el alimento y el amor.
(yo también canturreaba, plácida y extendida)
 Tú, mi vida, eres hijo de la tierra, de la hembra que parió al sol y las estrellas, de la madre que amamantó los cerros y los volcanes. Tú eres los peces, lo verde, lo mineral. Estás hecho de lo mismo que las piedras, el aire y los campos. Tus hermanas son los bosques, las flores y las hojas.
Saliste de mí, de mis entrañas, pero yo no te di la vida, sólo tomé tu mano y te di calor, espacio, brazos y miel.
 Cuando aquí estás Emilianito mío, veo al roble, al ciervo, a la lluvia. En ti vive el mundo, el alma, el sentido. Por eso eres tan cabrón, porque llevas en la frente la marca de la tierra y de la luna. Heredaste esa fuerza magnífica que espero poder enseñarte a manejar a tu antojo. Somos seres de luz, tú y yo, pero eso que nos brota por los poros puede fascinar… y asustar también. Debes aprender, como las nubes, que hay tiempo de seca y hay tiempo de agua, que la lluvia cumple con ciclos y se une al propósito de tus hermanas: dar vida, cuidarla y mantenerla digna.
Eres hijo del deseo y la calentura, un fruto del olor a tierra roja, de la piel de los duraznos y la semilla de los limones. Cuando veas las hormigas, cuando te metas al mar, cuando te de el aire en el cuerpo, piensa que ahí estás tú, que eso también eres tú, que son la misma cosa.
Para amarte debes conocerte, saber en dónde está tu raíz.
Te amo mi chiquito. Es un honor verte crecer.
Estaré contigo siempre, hasta el día que yo también regrese al mar

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