lunes, 9 de agosto de 2010

Ánimo chistín

Desde hace un tiempo he notado que existe una tendencia al momento de escribir que busca provocar hartas sonrisas en los que leen. Esta onda chistina ha invadido inclusive a ciertos que pretenden escribir con tintes serios.
Seremos tal vez herederos de cronistas extraordinarios como Jorge Ibargüengoitia o Marco Almazán (o muchos otros) y aquellos actuales que leo logran su cometido a raudales.Pero la verdad, el colmo, fué abrir la revista "Ambiance" y encontrar la historia (chistina) de un hombre que busca pareja llamada Mariana en una de sus páginas, después del reportaje a Leonardo García y antes de las fotos de la boda de una pareja con cejas depiladas.
¿Será tal vez que los críticos literarios, las editoriales y aquellos que publican hasta las palabras agudas de uno ahora tomarán como criterio el número de dientes que develan los relatos? ¿Publicarán como a García Márquez con base en el número de segundos que uno detiene la lectura para reir a carcajadas?
Creo que la cuestión con esta últimamente predilecta forma de escribir es conseguir varias cosas: que se lea fácil, que levante el ánimo, que sea un poco socarrón o sarcástico pero nunca crítico de nada o nadie. Que nos pinte un mundo donde los dolores dan risa y las desgracias cotidianas sólo producen "headaches" que se quitan con aspirinas.
Tal vez más que voltear a ver a los que escriben, sería buena hora voltear a ver a los que leen. Buscamos incansablemente un mundo que sea así, fácil, divertido. Queremos olvidar la enfermedad, la pobreza y la muerte (o de perdida que su presencia nos haga reir) Y la reflexión es esta: Si alguien lo escribe es porque otro lo lee. Ese alguien también fué lector en el pasado. Nuestras elecciones dicen mucho de lo que construimos como sociedad y es buena idea revisarlo vorazmente.

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